Música sentimental: silbidos de un vago

Portada
E. Denné, 1884 - 306 páginas
 

Páginas seleccionadas

Otras ediciones - Ver todas

Términos y frases comunes

Pasajes populares

Página 220 - ... su cabeza. Acariciaba el espléndido cuerpo desnudo de la adúltera, cubría de besos sus senos palpitantes, chupaba la fresca pulpa de sus labios, aspiraba el perfume de leche de su boca, y ebrio, delirante, la apretaba más y más contra su cuerpo, sintiéndola vibrar como una cuerda entre sus brazos, cimbrarse toda entera en un infinito espasmo carnal. Ora, el marido engañado, escarnecido, se arrojaba sobre ellos airado, con el brazo pronto a herir, y él, en un salto de tigre, lo "madrugaba...
Página 32 - El espíritu se embota, el corazón se gasta, el cuerpo se cansa, un negro desencanto se apodera de nosotros y, cuando la reflexión o el destino no nos llevan hacia atrás, no nos vuelven al pasado buscando otra vida en otra fuente, la postración mortal en que caemos, para no levantarnos ya, llega hasta traducirse en el desprecio más profundo por todo lo que es humano, en el más inaguantable hastío de la existencia...
Página 195 - Pablo después del golpe tremendo que conmoviera a su ser. Los postigos entornados arrojaban al cuarto una oscuridad terrosa, triste manto tendido sobre el lecho de los que sufren como un velo precursor de las tinieblas del sepulcro. En el aire, un olor acre y penetrante de botica; sobre la mesa de luz algunos frascos : armas para la guerra contra el mal; un silencio taciturno en medio del tic-tac repetido del reloj y, en un rincón, partiendo la penumbra, un rayo brusco de sol semejante al filo...
Página 202 - Todo lo vi, todo lo presencié, helada de terror, queriendo salir, gritar, arrojarme entre ustedes y faltándome la voz y las fuerzas para hacerlo, como en una de esas atroces pesadillas, cuando se sueña con asesinos, con fantasmas, con monstruos que nos persiguen sin que podamos huir de ellos, con escaleras que trepar, con zanjas que pasar, con barreras enormes que salvar, mientras, en el afligente torpor de los sentidos, nos retorcemos exhaustos, sin aliento en los pulmones, sin vigor en los músculos,...
Página 121 - Suave como una badana, fiel como un pichicho, mansa como un guacho criado en las casas, buena, cariñosa, sensata, económica, es un dechado de virtudes domésticas, un modelo acabado de perfecciones. Si la reto, se pone a llorar; si me enojo, me pide perdón...
Página 289 - Pablo, invadido él también por el cansancio, sin soltarla, respiró a su vez. Luego, con los ojos revueltos de lujuria, rabiosamente se echó sobre ella. Al sentir el roce de aquella boca enferma, como al contacto de la baba negra de un pulpo que se le hubiera prendido de los labios, un grito indecible de asco salió de su garganta y atiesándose toda entera en una convulsión suprema de mosca...
Página 163 - ¿Qué me importaban a mí los otros, se trataba de ellos, acaso?. No, de mí, de la pureza de mis actos, de mi delicadeza, de mi propia dignidad, del respeto que yo mismo me debía. Se trataba de mi conciencia, en una palabra, ese perro de guardia que me estaba ladrando a la oreja. Al fin, cansado de disparar bebiéndome los vientos, poco a poco, como caballo desbocado que agarra el campo, me fui sujetando solo y me paré. Sí, era feo, era indigno, era desleal, pero era humano y yo era hombre....
Página 24 - ... de sangre. Ni tal. Acérquesela con el anteojo. Entre una espesa capa de magnesia y colorete que esconde las grietas de un pellejo entumecido por el vicio, verá dos ojos abotagados y turbios como clara de huevo clueco y una boca cuyos dientes de fuina y cuyos labios amoratados y trompudos, están revelando toda la grosería carnal de la bestia envejecida en cuarenta años de orgías. En sus buenos tiempos la llamaban Rigolblague; hoy se deja decir la señora de Preville. — ¿Madre de la de...
Página 97 - ... que no nace con el corazón de pulpa, en el parasismo del mal, en sus espasmos, he llegado hasta gozar de sufrimiento, me he sentido embargado todo entero de placer, de un placer monstruoso, inexplicable, risas que eran sollozos, delicias que eran tormentos; he probado un encanto secreto, infinito, horrible en cebarme en el dolor, en soportar encarnizado toda la fuerza de su peso.
Página 2 - Lecheros, horneros y ovejeros transformados con la vuelta de los tiempos y la ayuda paciente y resignada de una labor bestial, en caballeros capitalistas que se vuelven a su tierra pagándose pasajes de primera para ellos y sus crías, pero siempre tan groseros y tan bárbaros como Dios los echó al mundo.

Información bibliográfica